Para este ejercicio se decidió realizar un proyecto más escultórico ubicado en medio de la naturaleza de la falda de los cerros orientales. Se diseñó una torre-mirador, encargada de servir como punto de referencia para la ciudad, además de ser un punto de encuentro para observar el paisaje. Esta torre debía ser el fruto de la suma de dos materiales aparentemente muy diferentes: la madera y el concreto. El primero es un material natural, lo cual condiciona sus dimensiones y características como resistencia, dureza, entre otros; el segundo es un material obtenido por la unión de varios elementos como cemento, agua y agregados, capaz de generar todo tipo de formas. Debido a todo lo anterior se presentó como principal reto generar una integración armónica de los materiales. La clave fue entender los puntos donde estos elementos se encontraban, así como su distribución en el espacio, la cual estaba determinada por las sensaciones que deseaban ofrecerse. El diseño de esta torre mirador tenía como propósito exaltar las visuales que ofrece la ciudad, teniendo como herramientas base materiales diferentes entre sí, pero que al unirse crean entornos armónicos y cargados de sensaciones.
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